Mujeres leyendo

Una de las cuestiones que más me seduce es la lectura. Cómo con la lectura te abres a nuevos mundos, sensaciones y sensibilidades distintas a las cotidianas. La lectura es un puente abierto a otros mundos. Pero lo que hoy quiero mostrar es la representación tan rica y sugerente que se propone desde la pintura sobre este universo tan subyugante. Existe una iconografía muy singular en esta representación, por eso propongo algunas formas de representación de esta singular relación entre el mundo de las mujeres y los libros o la literatura, aunque ahora está cambiando de una manera peculia. Es un mundo totalmente abierto y susceptibe de nuevas representaciones, sólo hay que pensar en los nuevos formatos digitales. En cualquier caso, aquí están algunas de estas interesantes recreaciones de Mujeres leyendo. (Más mujeres leyendo en el blog de Alberto Granados)

«Leer es dejarse abrazar, mecer, acariciar, engañar, seducir… por algo tan dudoso, contradictorio y desleal como un libro, un objeto extraño incrustado en los entresijos de nuestro espíritu, algo ajenamente nuestro, que nos elige como un predador selecciona a su presa.

Tú, lector, puedes llegar a pensar que eres quien elige un libro. ¡Torpe ingenuidad! Es su extraña irrealidad (la campaña previa de publicidad, la reseña leída en un periódico, la recomendación de alguien de tu entorno, la posición en el expositor de la librería, el impacto visual de su portada…) quien te  selecciona a ti con un fatal determinismo para el que no tienes defensa alguna, pues llegado el libro a tus manos, lector, caerás en el impulso atávico de sentarte en torno a una hoguera imaginaria, para escuchar lo que te dice el chamán, que te desgrana, palabra a palabra, un universo que sin ser el tuyo, pasa irremisiblemente a ser tu propia entidad, tu ser más profundo, repitiendo una liturgia mil veces vista: la de dejarte seducir por lo que ese libro-chamán quiera proponerte, sea buscar por los siete mares a un obsesivo monstruo llamado Mobby Dick, perpetrar una venganza largamente meditada desde la prisión injusta de la isla de If, sentir la zozobra espiritual de una Ana Ozores o una Emma Bovary, dividida entre mil impulsos antagónicos, comprobar en Macondo que las estirpes condenadas a cien años de soledad no tendrán otra oportunidad sobre la tierra, o seguir la atormentada biografía del jorobado Orsini, cristalizada en las pavorosas estatuas, llenas de una convulsa belleza, con que llenó su misterioso jardín.

Y es que el libro, como una tentación, está lleno de formas seductoras; como una cortesana experta, está lleno de promesas; como una criatura mítica, te propone perderte en un laberinto de emociones; como un simple objeto doméstico, que te rodea a diario, apenas perceptible, te llena de pequeños placeres caseros, en cuyas redes caerás inexorablemente.

Libros: objetos que te liberan al tiempo que te hacen su presa, que te eligen en el momento en que los eliges, que te hacen suyo en el mismo momento en que decides adquirirlos, que te enredan en su trama y que te obligan a abrazar causas, en muchas ocasiones perdidas, absurdas, ajenas, inexplicables… Que juegan contigo tan caprichosamente como los antiguos dioses jugaban con sus criaturas.

Y tú, lector, ingenuo e inerme, sólo puedes doblegarte, aceptar tu irremediable destino de gozosa víctima; rendirte a tu libro, a la peripecia de sus personajes, a las pasiones que los azotan al mismo tiempo que a ti, incauto lector, que te adentraste cándidamente en sus páginas; someterte a los ritmos, cadencias y tempos de su posesiva música, una música a cuyo son, bailarás, como una diabólica marioneta, lo que el libro determine; aceptar que cuando terminas su lectura, las situaciones, conflictos y personajes se han metido de manera inexorable en tu alma, de la que ya serán indisolubles; que cuando lo devuelves a la balda de tu estantería, cuando abandonas a esos personajes, algo se rompe en tu universo interior, pues es una dolorosa despedida, si no una traumática separación en toda regla, aunque abierta a eventuales reencuentros, a relecturas…

De este modo, el libro, finalmente, te poseerá, lector, y no tendrás más remedio que dejarte abrazar por la fatalidad del destino, extrañamente decidido por ese objeto que tú pusiste, ingenuo, entre tus manos».  Alberto Granados publicado en Pliegos de Alborán,

Charles E. Perugini “In the orangery”

Vida diaria 2 Francine Van Hove

Ivan Kramskoy. Reading woman (1863)

Dos mujeres leyendo, de Pablo Picasso, 1934

Girl Reading in a Forest

“Educate a boy and you educate an individual. Educate a girl and you educate a community”.Photo by (UNGEI)

Girl lying in grass reading with an ipad

«Que otros se jacten de las páginas que han escrito; a mi me enorgullecen las que he leído«. Jorge Luis Borges. http://clubdelecturatorrente.blogspot.com.es/

Marilyn lee.

P.D. Posteriormente también haré también hombres leyendo; además de niños y niñas leyendo.

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